Mi experiencia con el inglés: abrazar un segundo idioma como propio

El gusto por aprender un nuevo idioma
Desde niña, el inglés me llamaba la atención. Crecí viendo series y películas cuyo idioma original era el inglés, aunque la mayoría estaban dobladas al español. Aun así, siempre conservaban alguna palabra o canción en su idioma original. Recuerdo, por ejemplo, las películas de Disney, que casi nunca traducían las canciones; ese deseo de entenderlas me llevó a querer aprender inglés.
Al principio repetía las letras sin comprenderlas del todo, luego imprimía las versiones en inglés y en español, y practicaba la pronunciación hasta aprendérmelas. Así fue como memoricé muchas. Tenía incluso una carpeta llena de letras de canciones que me encantaban.
En el colegio, la clase de inglés tampoco se me daba mal y además me gustaba. Antes de ingresar a la universidad tomé un curso durante algunos meses, aunque sentía que todo se enfocaba en lo mismo. En ese momento ya tenía un nivel intermedio bajo.
La necesidad de dominar un segundo idioma
Con el tiempo entendí que el inglés no era solo una afición, sino una necesidad. Veía que el mercado laboral lo exigía cada vez más. Aunque no sabía cómo integrarlo en mi vida profesional, decidí tomar otro curso en una escuela de inglés popular en Cartagena. Como ya había estudiado antes, presenté un examen de validación y quedé ubicada en el módulo 6 (de un total de 16).
Fue una etapa exigente, porque asistía una hora todos los días después de la universidad. Al final presenté mi primer examen oficial, el Aptis, y logré un nivel B2, con una calificación “C” en Reading. Siempre se me ha dado bien la lectura y la escritura en inglés; sin embargo, hablarlo o entenderlo al escucharlo era otra historia.
Más adelante empecé un trabajo donde el inglés no era necesario, pero seguía con el deseo de hacer una maestría y aspirar a becas. Ese puntaje me bastaba para aplicar, aunque no gané la beca. Aun así, el deseo de mejorar mi inglés para tener mejores oportunidades seguía presente. Sabía que me faltaba la experiencia real: hablar inglés en un entorno completamente nativo.
Ser au pair para mejorar el inglés
Uno de mis grandes objetivos al convertirme en au pair en Estados Unidos fue precisamente ese: sumergirme en la cultura y practicar el idioma las 24 horas del día. Desde el principio busqué familias cuyo idioma principal fuera el inglés. Hubiera sido más fácil ir con una familia latina o con raíces hispanas, pero quería desafiarme a mí misma.
Durante mi estancia, todo giraba en torno al inglés: los cuentos de los niños, los programas de televisión, las conversaciones diarias. Incluso las pocas amistades que tuve fueron una gran oportunidad para practicar. Sin embargo, también descubrí una realidad que muchos no cuentan: cuando cuidas niños pequeños (bebés o toddlers), el vocabulario diario puede ser muy limitado.
Además, la vida en el extranjero tiene sus matices. A veces iba a algún lugar y me hablaban en español o, al menos, lo intentaban. Al final, te acostumbras a un spanglish cotidiano que funciona para lo que necesitas, y si no estudias de forma activa, el aprendizaje se estanca.
Vivir en otro país ayuda muchísimo, pero si realmente quieres mejorar, debes dedicar tiempo al estudio, la lectura y la escucha consciente.
Tres formas de mejorar tu inglés si eres católico
La Iglesia católica es universal; sin importar en qué parte del mundo estés, compartimos las mismas oraciones, lecturas y ritos. Por eso, si eres católico y quieres mejorar tu inglés, puedes hacerlo integrando tu fe al proceso de aprendizaje. Aquí te comparto tres maneras de lograrlo que me funcionaron a mí.
1. Aprende tus oraciones en inglés
Comienza por lo básico: el Our Father (Padre Nuestro), el Hail Mary (Ave María) y el Creed (Credo). Puedes encontrarlas fácilmente en internet. Yo empecé así cuando vivía en Colombia, como una forma de unir mi fe con mi aprendizaje. Me ayudó mucho porque orar en inglés no solo amplía el vocabulario, sino que conecta el idioma con algo espiritual y significativo.
2. Sigue cuentas católicas en redes sociales
Sacerdotes, músicos, matrimonios, jóvenes católicos… hay muchísimos creadores que comparten contenido en inglés sobre temas de fe. Seguirlos te permitirá escuchar expresiones reales, aprender nuevo vocabulario y practicar sin sentir que estás “estudiando”. Aprender de lo que amas y lo que sabes hace que el proceso sea mucho más natural.
3. Asiste o escucha la Misa en inglés
Desde la pandemia, muchas parroquias transmiten la Misa en línea. Basta con escribir “Catholic Mass in English” y encontrarás opciones en YouTube. Lo hermoso de ser católico es que las lecturas son las mismas en todo el mundo.
Si vives en un país de habla inglesa, te recomiendo asistir a Misa en inglés, aunque te dé un poco de miedo al principio. Antes puedes leer las lecturas en español para tener una idea del contenido. Además, cuando conoces la estructura de la Misa, no necesitas entender cada palabra: ya sabes qué parte viene y su significado.
El aprendizaje de un nuevo idioma debe disfrutarse. Si lo integras a tu vida y a tu fe, verás que avanzarás con más motivación y menos presión.
Una experiencia de humildad
Hablar inglés también me ha enseñado humildad. Ser una adulta profesional, escritora y amante de las palabras implica tener un amplio vocabulario en español, dominar los matices y las formas de expresión. Pero enfrentarse a un nuevo idioma es volver a ser principiante.
Cometer errores, no encontrar las palabras adecuadas o quedarse en silencio por no saber cómo responder puede ser frustrante. Sin embargo, cada equivocación me ha enseñado algo. Aprender inglés no solo amplía la mente, sino también el corazón: te vuelve más paciente, más empático y, sobre todo, más valiente.
A veces, todavía me da miedo equivocarme, pero miro atrás y reconozco cuánto he avanzado. Las “embarradas” son parte del proceso, y si algo he aprendido, es que la constancia y la humildad siempre dan fruto.
Acoger un nuevo idioma como parte de mí
Con el tiempo, el inglés se ha vuelto una parte natural de mi vida. A veces pienso en inglés, rezo en inglés y hasta sueño en inglés. Incluso mis ideas para escenas o diálogos surgen en un spanglish bastante curioso.
No sé si algún día escribiré novelas completas en inglés, pero me encantaría que mis historias fueran traducidas para llegar a más lectores. Amo el español: es mi raíz y mi forma más profunda de expresión. Pero el inglés me ha regalado otra voz. Así como sigo aprendiendo nuevas palabras en español, también continúo descubriendo matices en inglés. Ambos idiomas son ya parte de quien soy.
Conclusión
Mi camino con el inglés ha sido largo, lleno de tropiezos, aprendizajes y momentos de gratitud. No fue solo un reto académico ni una herramienta profesional, sino una experiencia de crecimiento personal y espiritual.
Aprender un idioma es abrirse a nuevas culturas, pero también es conocerse mejor. Es un acto de humildad y, al mismo tiempo, de fe: creer que puedes comunicarte con el mundo, y que Dios, que habla todos los idiomas, te acompaña en el proceso.
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