El temible silencio

Jaula vacía colgada en un patio silencioso al atardecer, inspirada en el cuento El temible silencio de Angélica Madrid.

Dicen que cuando un animal doméstico muere es porque le evitó un mal a un miembro de la familia. Eso fue lo primero que pensé cuando lo encontré boca abajo, con las alas extendidas, en el balde blanco. El mal que había evitado debió ser terrible, a juzgar por la forma en que murió; vaya agonía para un ser tan pequeño. Sucedió el día después de mi cumpleaños. Fue una muerte que pudimos haber evitado, pero nadie escuchó nada; solo un extraño silencio que nos advirtió demasiado tarde. 

Se trataba de un pajarito independiente. Aparte de su chillido, no molestaba en absoluto. Podría pasar largos ratos en silencio, a veces dormido. Durante el día volaba de la jaula y caminaba por el piso en busca de mi mamá, quien veía las novelas de la tarde con él sobre su hombro. Yo siempre pensé que terminaría aplastado por descuido o que se escaparía, como ya había pasado años atrás con otro de su especie. Sin embargo, lo más molesto era su chillido, en especial, aquel que lanzaba a las cinco de la mañana, cuando mi mamá se despertaba. Era un sonido agudo, insoportable, capaz de arrancarte del sueño más profundo.

Esa semana mi mamá, irritada, llegó a sugerir esa forma de muerte cuando me quejé de que no podía grabar un audio sin que se colara su chillido de fondo. A ella también la desesperaba: en los días de calor sofocante le gritaba que se callara. Sin embargo, nadie lo habría lastimado jamás; llevaba siete años en la familia. Yo misma confieso que, una mañana de domingo, llegué a desear que su final se adelantara, porque ya era un periquito viejo. Pero no así. No ahogado.

Cuando lo encontré, avisé de inmediato e intentaron reanimarlo, aunque yo supe enseguida que estaba muerto. Mi hermano lo envolvió en papel de cocina, luego en una bolsa de las que usamos para recoger el excremento del perro y lo arrojó a la basura. Eso me impresionó: su cuerpo, su vida, acabaron en la canasta de la basura. 

El silencio volvió a la casa, pero no era un silencio cualquiera, era denso y pesado. Sentía una oscuridad en el ambiente. Esa noche tuve pesadillas, de esas que te hacen recordar las oraciones que creías haber olvidado. No recuerdo lo que soñé, solo que me sentí muy asustada. Hacía años que no experimentaba ese miedo que solo se calma cuando descubres que ya amaneció, porque crees estar a salvo.

Lo que me heló la sangre fue el pensamiento que tuve alrededor de las tres de la mañana: cuando vuelva a escuchar sus chillidos es porque yo también estaré muerta. 

Este cuento está registrado ante la Dirección Nacional de Derecho de Autor (DNDA) de Colombia, bajo el número 10-1350-362. Queda prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa de la autora. Si te gustó esta historia, puedes compartir el enlace para que más personas la descubran. ¡Gracias por leer!

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8 noviembre, 2025 9:09 am

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